Wednesday, May 05, 2010

LOS TRANSHUMANISTAS

La ciencia puede llegar a dar miedo. Tiene potencial suficiente como
para transformar la vida por sí sola y por eso ha llegado a predecir cosas
como que en el futuro reescribiremos nuestro propio código genético o que
nuestras mentes serán una combinación natural y mecánica. Las verdaderas
posibilidades de la ciencia para cambiar la naturaleza humana empiezan a
mostrarse lentamente pero con paso firme. Cada vez se desarrollan más
medicamentos para tratar enfermedades, pero también están sirviendo para
incrementar el potencial cognoscitivo de las personas que gozan de buena
salud y para elevar la esperanza de vida humana, casi hasta los 115 años o
más.
Los transhumanistas, una libertina coalición de científicos,
tecnólogos y pensadores, cuyo objetivo es buscar la manera de perfeccionar
la condición del hombre, ven estos cambios como algo deseable. La
naturaleza humana, según explica Nick Bostrom, filósofo de la Universidad
de Oxford y abogado de los transhumanistas, es "un trabajo en progreso,
algo que está a medias y que nos puede servir para aprender a remodelar las
cosas a nuestra manera. Al final conseguiremos convertirnos en
posthumanos, seres con capacidades mucho mayores que las de los seres
humanos de nuestros días". Otras personas argumentan que los hombres
nunca tendremos sabiduría suficiente como para convertirnos en algo más
de lo que somos. Francis Fukuyama, de la Universidad Johns Hopkins,
define el transhumanismo como "una de las ideas más peligrosas del
mundo".
Para el transhumanismo no hay objetivo más importante que la
victoria sobre la muerte. Algunos de los más controvertidos defensores de
las mejoras tecnológicas de los humanos, incluido Ray Kurzweil, inventor
y escritor americano, y Aubrey de Grey, gerontólogo y presidente de la
Fundación Matusalén, argumentan con optimismo que la inmortalidad
podría llegar a ser factible para quienes hoy estamos vivos.
Los transhumanistas cuestionan la ciencia convencional que fija un
límite natural a nuestra vida. La historia demuestra que cada límite
anunciado por los expertos se supera rápidamente. En 1928, el demógrafo
americano Louis Dublin calculó que el límite máximo para la esperanza de
vida sería de una media de 64,8 años, una osadía para los años que corrían,
4
en los que la esperanza de vida americana apenas llegaba a los 57 años. Sin
embargo, su atrevimiento parece ahora muy tímido, ya que la esperanza de
vida de las mujeres en Okinawa, en Japón, por ejemplo, está por encima de
los 85,3 años, veinte años más de los que aseguraba Dublin. También
parecen poco fiables los argumentos de los científicos posteriores a Dublin
que predijeron que esa esperanza de vida en ningún caso pasaría de los 78
años (en 1952), 79 años (1980) y 82,5 años (1984).
¿Puede el continuo crecimiento de la esperanza de vida cambiar de
golpe y dar un gigantesco salto? Muchos transhumanistas creen que sí. Se
sabe ya que reduciendo drásticamente las calorías de nuestra dieta se le
puede dar un notable empuje a la esperanza de vida, entre el 30 y el 50 por
ciento en algunas especies animales. Es evidente que este enfoque puede
trasladarse ahora a los humanos, pero también que los medicamentos
pueden proporcionar los mismos beneficios que la restricción calórica sin
tener que pasar por una dieta.
Los transhumanistas han debatido sobre el lugar al que nos conducen
este tipo de fármacos: no sólo pueden conseguir aliviar los trastornos
provocados por el estrés, sino que también pueden erradicar los
sentimientos de culpabilidad, disminuir los recuerdos de maldad o aliviar el
dolor de un desengaño amoroso. Lo peor son los problemas derivados de
jugar con la naturaleza humana. Podremos llegar a ser más eficientes, pero
no percibiríamos los sentimientos de los demás a nuestro alrededor.
Todo esto deja sin resolver el fantástico debate del transhumanismo:
si podemos decir que seguimos siendo la misma persona después de decidir
mejoramos a nosotros mismos, y si este extremo nos importa en realidad.
Pero una cosa es cierta: se puede desarrollar cualquier fármaco para tratar
una enfermedad, y si además proporciona a alguien una ventaja competitiva
o puede prolongar su vida, la gente lo tomará (Alun Anderson. The
Economist, 16-II-2006. Traducido por DM, 15-I-2010).

No comments: