Wednesday, May 05, 2010

SUICIDIO ASISTIDO

No creo que el suicidio asistido tenga cabida en el Reino Unido. Mi
argumento no se basa en creencias religiosas, sino en una firme convicción
en el fundamento ético de la medicina, que es mi vocación. Hipócrates en
su juramento dijo: "A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno" y
"aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos, y me abstendré
de hacerles daño". Creo que esas palabras son tan ciertas hoy como en
aquellos tiempos. Si los médicos asumen la función adicional de acabar con
la vida al mismo tiempo que se trata al paciente y se protege su vida, se
socavaría nuestra credibilidad, la confianza entre el paciente y el médico, y
afectaría negativamente a esa relación mutua.
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Entiendo los argumentos a favor del suicidio asistido, y empatizo con
los pacientes y cuidadores que se encuentran en tales situaciones
desesperadas y que quieren poner fin a sus vidas. Comprendo a quienes
afirman que la autonomía del paciente es tan importante y que una persona
competente debería tener derecho a elegir la muerte. También entiendo los
argumentos sobre la necesidad de compadecer al paciente, a su familia y a
sus cuidadores. Pero, después de haber escuchado esos argumentos, creo
que todos los pacientes merecen tener acceso a cuidados paliativos de alta
calidad y que, si existen, no habría razones para el suicidio asistido.
Cada vez más gente vive más tiempo con enfermedades graves, y
algunos tienen largas y a veces horribles agonías. Sin embargo, los actuales
servicios de cuidados socio-sanitarios están mal preparados y
desprevenidos para satisfacer plenamente las necesidades de la mayoría de
las personas que se hallan al final de su vida. Tenemos que asegurarnos de
que todos los pacientes reciban la mejor atención a la medida de sus
circunstancias personales.
Mientras que los médicos de atención primaria ocupan un papel
central, la atención debe ser completada por especialistas y servicios
sociales. Los pacientes deben poder esperar una atención de gran calidad
para ayudar a aliviar sus síntomas. El acceso a cuidados paliativos de
especialistas, los tratamientos psicológicos y el apoyo social son
fundamentales. A pesar de muchas áreas de buenas prácticas, los pacientes
todavía se enfrentan a una lotería de inconstantes y a veces subóptimos
cuidados. Pero el suicidio asistido no es la respuesta a los males de nuestro
sistema de salud.
Los médicos son, por supuesto, falibles. Un médico puede hacer un
diagnóstico incorrecto o dar un pronóstico impreciso y ello podría conducir
a una innecesaria petición de suicidio asistido. O un suicidio asistido podría
ocurrir de forma innecesaria, justo antes de una nueva terapia que podría
dar una vida más larga y significativa al paciente. Me preocupa que con el
suicidio asistido el paciente pueda sentir que es una carga para sus
cuidadores y solicitar que su vida se termine sin explorar todas las opciones
de tratamiento. O que los cuidadores puedan empujar al paciente hacia el
suicidio, a fin de reducir la carga que pesa sobre ellos -social, psicológica o
económica-, y resultando en la coerción, sobre todo si son social o
económicamente desfavorecidos.
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¿Es posible que los sistemas de salud estén tan cortos de dinero que
tomen la opción más barata de apoyar el suicidio asistido en lugar de
invertir en tratamientos más caros y en cuidados paliativos? Podría ocurrir
en el Reino Unido. Mi preocupación es que el Servicio Nacional de Salud
vea incentivos para negar el tratamiento a personas que considere
demasiado costosas. Hay que recordar que esto ya ocurre en cierta medida
con las decisiones económicas que el Instituto Nacional para la Excelencia
Clínica toma sobre las terapias que pueden prolongar la vida unas pocas
semanas o meses. (Steve Field, presidente del Colegio Real de Médicos
Generales de Gran Bretaña. TheGuardian.guardina.co.uk.22-IV-2009.
Traducido por DM, 22-VI-2009).

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