Sunday, July 21, 2013

DEMOCRACIA Y RELATIVISMO

Andrés Ollero: "La democracia es el mentís más radical al relativismo"


Andrés Ollero (Sevilla, 1944), catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), magistrado del Tribunal Constitucional, presenta mañana en Madrid su nueva obra: Religión, racionalidad y política, de la que habla en esta entrevista.
Estamos ante un profundo pero a la vez ameno estudio, por el gracejo e ironía andaluza del autor. La conclusión a la que llegan Ollero y sus colaboradores desde una perspectiva jurídica es que el fenómeno religioso debe ser considerado como algo "positivo", no como una "fuente de perturbaciones".
La libertad religiosa es un derecho fundamental. Pero a veces se le aplican planteamientos más propios de la tolerancia que del respeto a un derecho básico recogido en la Constitución. "El fenómeno religioso es comparable al deporte o a la música", repite Ollero. Corolario: "La gente no tiene por qué vivirla solamente en su casa. La solución no es prohibir el deporte, sino que haya pluralidad y que la gente elija".
--¿Para ser racionales hay que aparcar toda presencia de lo religioso?, ¿lo religioso no va con lo racional?
--En el libro que presento mañana, que en el fondo recoge lo que ha sido mi tarea académica en los años anteriores a mi incorporación al Tribunal Constitucional, yo creo que en lo que pone particular énfasis es en el problema de la racionalidad. Habla de religión, racionalidad y política. De religión y política se ha hablado y se ha escrito mucho, pero yo creo que el aspecto de la racionalidad es decisivo. En primer lugar para evitar el planteamiento, que estudio en la figura de Augusto Comte, de entender que la religión es la infancia de la humanidad, y que la madurez exige un planteamiento "racional", entendido de modo positivista, basado en la experimentación empírica y en la constatación de hechos. Y, por otra parte, hay otro trabajo que me parece que es también de lo más relevante del libro. Pone de manifiesto precisamente cómo dos figuras muy distintas, como son JürgenHabermas y Joseph Ratzinger, antes de convertirse en Benedicto XVI, critican ese concepto de la racionalidad por considerarlo demasiado estrecho e incapaz sobre todo de captar el sentido de la realidad. Porque el método científico positivo es enormemente útil. Sin duda ninguna, véanse los avances tecnológicos. Pero se limita a contar, a pesar, a medir. No puede decir nada sobre el sentido de la realidad. Ayuda a conocer mejor la realidad pero ignora su sentido completamente, con el peligro de que se acabe identificando su sentido con el resultado de esa visión tan estrecha de la realidad.
--En Suiza prohíben construir mezquitas... al parecer, un minarete no es paisaje adecuado en Europa. ¿Prohibimos la circuncisión? ¿La ablación? ¿El velo?
--Partiendo de la racionalidad, si lo que abordamos son preguntas éticas, morales, políticas, jurídicas, entra en juego una cuestión que me parece decisiva y que también es trasfondo del libro, y es la importancia de la ley natural. Ese problema se planteó en Europa ya, hace siglos, en una Europa dividida por guerras de religión, en la que el ciudadano tenía que tener, el ciudadano por llamarlo de alguna manera, el súbdito, tenía que tener la religión del príncipe, y con una continua tensión que llevaba al enfrentamiento, incluso al enfrentamiento bélico. Entonces, ¿cómo se resolvió aquello? Hugo Grocioplanteó: dejemos al margen el asunto religioso, y busquemos una vía de entendimiento a través de la razón, captando las exigencias naturales, éticas. Entonces surge, en el fondo como herencia de Francisco de Vitoria, de quien Grocio toma todo esto, el derecho internacional, para que se entienda gente distinta, que además tiene derecho a ser distinta. Lo que es una pena es que Europa, siglos después, parezca incapaz de resolver la misma situación, es decir, la de personas que tienen culturas distintas, que tienen religiones diversas. Si captan racionalmente lo que como humanos les une, podrán convivir sin ningún problema. El problema está, como dijo Benedicto XVI ante el Bundestag (Congreso de los Diputados alemán), en que el derecho natural se ha convertido en una especie, paradójicamente, de doctrina confesional, como si fuera un derecho sobrenatural. Así nos complicamos bastante. Lo que es absurdo es un multiculturalismo entendido como una especie de yuxtaposición de guetos. Para que haya un interculturalismohace falta distinguir con claridad entre lo que son elementos naturales comunes y lo que son peculiaridades culturales diversas. Hay que acentuar precisamente el papel del derecho natural. Yo, por ejemplo, no sé qué inconveniente puede haber, cosa que ha ocurrido, no en Suiza, sino aquí en España, en que una chica vaya con el velo islámico a la escuela. No acabo de entender en qué puede consistir ese problema. Y que se equipare un velo islámico a una gorra para convertir en límite de un derecho fundamental un reglamento escolar de orden interno, me parece un desconocimiento de lo que es nuestra Constitución bastante aparatoso.
No sé qué inconveniente puede haber en que una chica vaya con el velo islámico a la escuela

EL LAICISMO TERMINA SIENDO UNA CONFESIÓN RELIGIOSA

Andrés Ollero: «El laicismo acaba siendo una confesión religiosa»

¿Cómo se debe entender la aconfesionalidad del Estado español?
El Tribunal Constitucional ha señalado que nuestra Constitución defiende una laicidad positiva, lo cual quiere decir que hay una laicidad negativa, que es la que entiende por laicidad la separación entre los poderes públicos y cualquier elemento de tipo religioso, mientras la laicidad positiva es algo tan simple como considerar que la religión, como tantos otros factores sociales, es algo positivo en la vida social, como el deporte, como la música, como la literatura, algo que enriquece sin perjuicio de que haya melómanos y otros a los que la música les trae sin cuidado. Esto no es algo que sólo defienda la Iglesia católica, autores que hoy día son decisivos en la filosofía política internacional, como John Rawls o Habermas, reconocen claramente que, sin las aportaciones de las confesiones religiosas, la vida social y la democracia se empobrece.
¿Qué jurisprudencia tenemos para sostener la laicidad positiva?
Hay muchas sentencias. Yo antes de ser magistrado del Tribunal Constitucional, he dedicado a ello un libro que se titulaba España, un Estado laico, donde analizo toda la jurisprudencia constitucional española sobre la libertad religiosa, el artículo 16, donde a diferencia de lo que dice el laicismo de que hay que separar los poderes públicos de los fenómenos religiosos, nuestra Constitución dice que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación -por lo tanto, algo activo- con la Iglesia católica en concreto y con las demás confesiones religiosas; al igual que los poderes públicos fomentan el deporte, el ocio y el esparcimiento de los jóvenes, etc, todo aquello que hace a una sociedad más dinámica y más rica.
¿Es una anomalía el artículo 16.3 cuando habla de colaboración?
No, al contrario, yo creo que es un gran hallazgo desde el punto de vista constitucional y democrático. No es una cuestión que se dé sólo en España; por ejemplo, también en textos constitucionales de Alemania, que es un país federal, en alguno de los Länder se recoge esa misma mentalidad. En Alemania hay Facultades de Teología en las Universidades públicas; aquí resulta que hay una capilla en una Universidad pública y se convierte en un problema. Yo creo que esto es muy típico del laicismo, el laicismo acaba siendo una confesión religiosa: sólo cuando se considera que lo público es algo sagrado, se entiende que el que haya una capilla en una Universidad pública es una profanación. En Alemania hay facultades de Teología en las Universidades públicas, por eso hacía esa broma Benedicto XVI en Regensburg, cuando comentaba que había allí un catedrático compañero suyo cuando él era profesor que decía: «Aquí en esta Universidad tenemos dos facultades dedicadas a algo que no existe, que es Dios». Eso es lo normal. Yo creo que aquí con esa historia del nacional-catolicismo acabamos siendo muy raros.
¿Qué papel puede desempeñar la religión en una sociedad plural y democrática?

Autores agnósticos, como los que he citado, Habermas o Rawls, entienden que las confesiones religiosas pueden y deben aportar razones a la hora de organizar la vida pública y que, si se prescindiera de esos elementos que tienen una vinculación religiosa, se empobrecería lo que alimenta el diálogo democrático. Por tanto una actitud laicista, que obliga a esconder lo religioso, que no considera ya la religión como el opio del pueblo y que hay que perseguirla, pero sí la considera el tabaco del pueblo, fume usted poquito y en su casa, eso empobrece a la vida democrática, sobre todo en un momento, y esto Habermas lo dice muy claramente, en que no sobran razones precisamente en el ámbito público; se razona muy poco. Y Habermas, por ejemplo, a quien le preocupan los elementos relacionados con la biotecnología, la eugenesia, la bioética para entendernos, está convencido de que, de Wall Street no van a venir los elementos éticos necesarios y, aunque él es agnóstico, tiene la esperanza de que las religiones aporten razones que permitan solventar problemas tan graves en defensa de la vida humana.