Andrés Ollero: "La
democracia es el mentís más radical al relativismo"
Andrés
Ollero (Sevilla, 1944),
catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos
(Madrid), magistrado del Tribunal
Constitucional, presenta
mañana en Madrid su nueva obra: Religión, racionalidad y política, de
la que habla en esta entrevista.
Estamos ante un profundo pero a la vez ameno
estudio, por el gracejo e ironía andaluza del autor. La conclusión a la que
llegan Ollero y sus colaboradores desde una perspectiva jurídica es que el
fenómeno religioso debe ser considerado como algo "positivo", no como
una "fuente de perturbaciones".
La libertad religiosa es un derecho
fundamental. Pero a veces se le aplican planteamientos más propios de la
tolerancia que del respeto a un derecho básico recogido en la Constitución.
"El fenómeno religioso es comparable al deporte o a la música",
repite Ollero. Corolario: "La gente no tiene por qué vivirla solamente en
su casa. La solución no es prohibir el deporte, sino que haya pluralidad y que
la gente elija".
--¿Para ser racionales hay que aparcar toda
presencia de lo religioso?, ¿lo religioso no va con lo racional?
--En el libro que presento mañana, que en el
fondo recoge lo que ha sido mi tarea académica en los años anteriores a mi
incorporación al Tribunal Constitucional, yo creo que en lo que pone particular
énfasis es en el problema de la racionalidad. Habla de religión, racionalidad y
política. De religión y política se ha hablado y se ha escrito mucho, pero yo
creo que el aspecto de la racionalidad es decisivo. En primer lugar para evitar
el planteamiento, que estudio en la figura de Augusto
Comte, de entender que la
religión es la infancia de la humanidad, y que la madurez exige un
planteamiento "racional", entendido de modo positivista, basado en la experimentación empírica y en
la constatación de hechos. Y, por otra parte, hay otro trabajo que me parece
que es también de lo más relevante del libro. Pone de manifiesto precisamente
cómo dos figuras muy distintas, como son JürgenHabermas y Joseph
Ratzinger, antes de
convertirse en Benedicto XVI, critican ese concepto de la racionalidad por
considerarlo demasiado estrecho e incapaz sobre todo de captar el sentido de la
realidad. Porque el método científico positivo es enormemente útil. Sin duda
ninguna, véanse los avances tecnológicos. Pero se limita a contar, a pesar, a
medir. No puede decir nada sobre el sentido de la realidad. Ayuda a conocer
mejor la realidad pero ignora su sentido completamente, con el peligro de que
se acabe identificando su sentido con el resultado de esa visión tan estrecha
de la realidad.
--En Suiza prohíben construir mezquitas... al
parecer, un minarete no es paisaje adecuado en Europa. ¿Prohibimos la
circuncisión? ¿La ablación? ¿El velo?
--Partiendo de la racionalidad, si lo que
abordamos son preguntas éticas, morales, políticas, jurídicas, entra en juego
una cuestión que me parece decisiva y que también es trasfondo del libro, y es
la importancia de la ley natural. Ese
problema se planteó en Europa ya, hace siglos, en una Europa dividida por
guerras de religión, en la que el ciudadano tenía que tener, el ciudadano por
llamarlo de alguna manera, el súbdito, tenía que tener la religión del
príncipe, y con una continua tensión que llevaba al enfrentamiento, incluso al
enfrentamiento bélico. Entonces, ¿cómo se resolvió aquello? Hugo
Grocioplanteó: dejemos al
margen el asunto religioso, y busquemos una vía de entendimiento a través de la
razón, captando las exigencias naturales, éticas. Entonces surge, en el fondo
como herencia de Francisco
de Vitoria, de quien Grocio
toma todo esto, el derecho internacional, para que se entienda gente distinta,
que además tiene derecho a ser distinta. Lo que es una pena es que Europa,
siglos después, parezca incapaz de resolver la misma situación, es decir, la de
personas que tienen culturas distintas, que tienen religiones diversas. Si
captan racionalmente lo que como humanos les une, podrán convivir sin ningún
problema. El problema está, como dijo Benedicto XVI ante el Bundestag
(Congreso de los Diputados alemán), en que el derecho natural se ha
convertido en una especie, paradójicamente, de doctrina confesional, como si
fuera un derecho sobrenatural. Así nos complicamos bastante. Lo que es
absurdo es un multiculturalismo entendido como una especie de yuxtaposición de
guetos. Para que haya un interculturalismohace falta distinguir con
claridad entre lo que son elementos naturales comunes y lo que son
peculiaridades culturales diversas. Hay que acentuar precisamente el papel
del derecho natural. Yo, por ejemplo, no sé qué inconveniente puede haber,
cosa que ha ocurrido, no en Suiza, sino aquí en España, en que una chica vaya
con el velo islámico a la escuela. No acabo de entender en qué puede
consistir ese problema. Y que se equipare un velo islámico a una gorra para
convertir en límite de un derecho fundamental un reglamento escolar de orden
interno, me parece un desconocimiento de lo que es nuestra Constitución
bastante aparatoso.
No sé qué inconveniente puede haber en que
una chica vaya con el velo islámico a la escuela