Un páncreas que proviene de un feto de más de ocho semanas cuesta 100 dólares, 75 dólares si el feto tenía menos de 8 semanas. Las orejas y los ojos pueden ir de 50 a 75 euros y elcerebro es lo más caro, 999 dólares si proviene de un feto de menos de 8 semanas, pero si está visiblemente dañado tiene undescuento del 30%.
Noticias y opiniones sobre algo muy fundamental hoy y siempre pero en bioetica tal vez hoy mas que nunca ante los progresos de la ciencia. ¿Todo lo que se puede hacer se ha de hacer?
Sunday, January 09, 2011
EL NEGOCIO DE FETOS ABORTADOS
Wednesday, January 05, 2011
QUE VALORAMOS?
Antoni Pedragosa Valorar lo que realmente lo merece Cuando admiramos lo que no es admirable, se pone de manifiesto la mala educación de nuestros sentimientos Sorprende ver con qué facilidad admiramos lo que no es admirable. Cuántas veces admiramos a personas que no merecen tal admiración: personas cuya imagen se ha hinchado por la fama mediática; artistas famosos de vida dudosa; multimillonarios cuya fortuna se ha hecho sin respetar los derechos de las personas. Llegó a mis manos un libreto editado por una agencia de viajes, y en la página que describía unos circuitos por los Estados Unidos incluía una visita exterior a las fincas de los "supermillonarios". Uno se pregunta: ¿Qué se pretendía con esas visitas?, ¿que la gente se deslumbrara delante de tanta riqueza? Más bien debiera presentarse como algo inconveniente. ¿No sería mejor reflexionar sobre el mal que se le hace al mundo con la fiebre acumulativa de esos ricachones? Cuando admiramos lo que no es admirable, se pone de manifiesto la mala educación de nuestros sentimientos. Valoramos la banalidad y la fanfarronada y lo que verdaderamente es admirable se nos pasa por alto. Hay una gran cantidad de personas que nadie conoce, que no son noticia, que no salen en los periódicos, ni en las revistas, ni en la "tele", pero sus vidas son dignas de admiración. Aquellos voluntarios que sin ánimo de lucro trabajan junto a los más pobres, o aquellas personas consagradas a la atención de los enfermos y sus familias. Desde este espacio, queremos rendir homenaje a todas ellas, pero de una forma especial por las vivencias compartidas, a una religiosa y a su comunidad. La hermana Inocencia, de la Comunidad Carmelita, hace dos meses que terminó su "Santo viaje" por este mundo. Sor Inocencia era pequeña de estatura, pero un auténtico gigante del amor al prójimo, a los enfermos y a sus familias. ¡Cuántas cosas se podrían decir de esta persona, de su trabajo abnegado y silencioso!, pero conviene que lo silencioso no sea silenciado, sino que se conozca, para que sirva de testimonio del extraordinario bien que hay en el mundo. Un bien que como no hace ruido no es noticia. Si hemos de admirar a alguien que sea a aquellos que están al lado de los que sufren; a aquellos que luchan por un mundo mejor y mas justo; a aquellos que luchan contra la pobreza y el hambre; a aquellos que trabajan para transformar la cultura del tener en la cultura del compartir y del dar, y a todos aquellos que son constructores de paz. Una sociedad inteligente es aquella que sabe valorar lo que realmente tiene valor. Recuerdo que cuando mis hijos eran pequeños y les acompañaba a hacer deporte veía a padres gritando e insultando como energúmenos, y arengando a sus hijos a la violencia. ¿Qué educación es esa? ¿Qué mundo se construye de esa manera? Urge un cambio de paradigmas. Reconocer que la felicidad no se consigue jamás con la violencia ni con la acumulación exagerada de bienes. La felicidad es un camino que se construye creando espacios de convivencia, donde el respeto, el amor y la entrega circulan en todas direcciones. Éste es el mensaje de Navidad, ésta es la Buena Nueva, que si se pone en práctica tiene la capacidad de cambiar el mundo. |
Monday, January 03, 2011
SER FELIZ
Al disponerme a relacionar a las personas que debo felicitar por Navidad, he recordado un cuento de Bucay en el que se relata la visita a un cementerio, donde el visitante observa que en todas las lápidas, después del nombre, se indica: “vivió tantos días”, siempre en escaso número. Pensando que se trata de tumbas de bebés, pregunta al guardián del cementerio la causa de tantos niños muertos. El guardián le informa de que no se trata de niños, sino de personas fallecidas a edades más o menos avanzadas, pero que en aquel pueblo, sus habitantes iban anotando cuidadosamente los días de su vida en los que fueron felices. Esos eran los que realmente vivieron, y esos eran los que se grababan en las lápidas de sus tumbas.
Todos los cuentos de Bucay tienen por objeto hacernos pensar sobre algo, en este caso sobre la felicidad. Esa aspiración permanente de toda persona que tratamos de alcanzar, pero se desvanece de inmediato. Creemos que la posesión de esta o aquella cosa nos hará felices, pero apenas la tenemos en nuestras manos ya estamos deseando otra en una carrera sin fin. A veces pensamos que si alcanzamos una determinada posición se verán colmadas nuestras ansias de felicidad, si no la obtenemos nos sentiremos desgraciados, y si la conseguimos el contento por ello nos durará poco, pues seguiremos sintiendo la comezón por alcanzar otras cosas. Cuando pensamos que es una persona la que nos hará felices, podemos desengañarnos rápidamente, pues la pasión de un día se apaga pronto y pensaremos en sustituirla por otra, y luego por otra, hasta el cansancio. Si echamos una mirada a nuestro pasado, sin duda, encontraremos en nuestros recuerdos días, cosas o personas con las que fuimos felices, pero en aquellos momentos no fuimos conscientes de serlo. Aquellos días en los que jugábamos en la placeta con unos juguetes de cartón; aquel verano en la playa; aquel viaje que hicimos para ver a nuestros primos, vistos desde la distancia se nos antojan maravillosos, más aún de lo que en realidad fueron.
Quizá esos días recordados eran los que anotaban los vecinos de aquel pueblo como vividos, pero lo importante es conseguir ser felices en el presente y ser conscientes de que lo somos, porque aceptamos agradecidos cada día de vida; porque el camino que seguimos nos resulta tan apasionante como la meta a la que aspiramos; porque creemos que las cosas que nos ofrecen son caducas y pasajeras y no depende de ellas nuestra felicidad; porque conocemos nuestras limitaciones y desde ellas buscamos de verdad, la verdad;porque hemos comprendido que el secreto del amor es sentir la satisfacción de amar, de buscar activamente el bien de quien amamos; porque vivimos en la esperanza de que no todo termina con la muerte y que las víctimas y los verdugos no pueden tener un mismo destino. Mucho menos podemos pensar que corresponde al Estado hacernos felices, a pesar de que hablen constantemente del Estado de bienestar. El Estado carece de medios para hacernos felices, pero puede hacernos desgraciados, tiene la obligación de velar por nuestra libertad y nuestros derechos, y de disminuir en lo posible el sufrimiento de los desfavorecidos. Si los gobernantes nos dicen que quieren que gocemos de todos los placeres, desconfiemos radicalmente, lo que pretenden es manipularnos en su propio beneficio.
Un año más vamos a intercambiar felicidades, pero ¿de qué felicidad hablamos?