Sunday, January 27, 2008

DIAGNOSTICO GENETICO PREIMPLANTACIONAL

El diagnóstico genético preimplantacional (DGP) se utiliza para
determinar que embriones producidos por fecundación in vitro, hijos de
una pareja que padece una enfermedad genética o hereditaria, no la han
heredado. Para llevarlo a cabo, cuando los embriones
tienen 8 células, alrededor de los tres días de vida, se les
extrae una célula para determinar si son portadores de la
enfermedad de sus padres. Alguno de los sanos, no más
de dos, se implantan en la madre y el resto se destruye.
El DGP se empezó a utilizar en 1990, para
detectar y desechar embriones machos que pudieran ser
portadores de una enfermedad ligada al sexo. Su utilización ha ido en
aumento, y así un informe sobre esta práctica en Europa (Human
Reproduction 22; 323, 2007), que incluye aproximadamente los dos tercios
de los DGPs realizados en este continente, muestra que mientras en 1991 se
realizaron 131 DGPs, en 2003 esta cifra llegó a las 2984. En el año 2007,
según se comenta en (Nature 445; 479, 2007), se han implantado más de
1000 embriones a los que se les había quitado una célula para practicar el
DGP.
Sin embargo, según se indica en el artículo que se está comentando
(Nature 445; 479, 2007), muchos especialistas están preocupados porque no
saben con certeza si al usar el DGP en enfermedades concretas se consigue
aumentar el número de niños nacidos sanos y si, por otro lado, el extraer
una célula de un embrión de 8 no puede tener algún efecto negativo para
ese embrión si luego se implanta, nada más nacer o a lo largo de su vida.
Aparte de usar el DGP, para determinar si un embrión es portador de
una enfermedad genética o hereditaria, gran número de DGPs se utilizan
para detectar embriones aneuploides (embriones que no tienen 46
cromosomas. Tienen 23, monosomías, o 69, trisomías). La posibilidad de
que aparezca esta anomalía aumenta con la edad de la madre. Más de dos
tercios de los DGPs realizados en Estados Unidos se llevan a cabo para
detectar embriones aneuploides y la mitad aproximadamente de las
realizadas en Europa. Los embriones aneuploides tienen más posibilidad de
ser abortados o de generar niños con defectos al nacer. Por ello, se
preconiza utilizar el DGP para detectarlos, pensando que así se podrían
reducir los abortos espontáneos y que habría que transferir menos
embriones para producir niños sanos. Sin embargo, en el momento actual
existe un intenso debate sobre si con el uso de esta práctica se consigue o
no reducir el número de abortos. Algunos autores, como Verlinsky,
7
encuentran que utilizando el DGP los abortos espontáneos caen de 68 % a
28 %. Pero otros autores, obtienen distintos resultados. Tampoco está bien
determinado si utilizando la DGP específicamente en los casos en los que
existe más riesgo de que se produzcan embriones aneuploides, como es el
de las mujeres de más de 37 años, se consigue que nazca mayor número de
niños sanos. En relación con ello, como se comenta en Nature
(445;479,2007), en un estudio belga, realizado con mujeres que tenían 37
años o más, cuando se utilizó el DGP nacieron menos niños sanos que en el
grupo de mujeres en donde no se practicó. Otros autores han encontrado
similares resultados. Esto hace que haya aumentado la controversia sobre la
conveniencia o no de utilizar el DGP dirigida a diagnosticar aneuploidías.
Pero como ya se ha comentado, hay otro problema adicional, como
es el hecho de que no se sabe bien si el propio DGP puede ser peligroso
para el embrión que lo sufre. En efecto, hasta ahora se pensaba que cada
una de las 8 células de ese embrión temprano eran exactamente iguales y
que extraer una de ellas no presuponía peligro alguno para el embrión. Sin
embargo, estudios recientes muestran que las características bioquímicas de
estas células no son idénticas y que posiblemente cada una de ella pueda
dar lugar a tejidos distintos (Nature 445; 214, 2007), por lo que extraer una
célula podría dificultar su desarrollo o afectar la salud del niño a largo
plazo. Esto último es difícil de saber, pues los niños nacidos tras utilizar el
DGP no tienen más de 10 años de vida, por lo que no se pueden conocer
como podría el DGP afectar a su salud cuando tengan más años. Por ello,
muchos expertos están de acuerdo en que se necesita hacer un gran
esfuerzo para conseguir datos sobre la salud de los niños nacidos tras
utilizar el DGP.
Como resumen, y al margen de la valoración ética del DGP, que por
otro lado es imprescindible, los expertos parecen estar de acuerdo que para
evitar tener un hijo con una severa enfermedad genética, probablemente
merece la pena utilizar el DGP, pero que, para evitar que se generen
embriones aneuploides, la utilidad de ésta técnica es menos clara.
Pero como también se desconoce el peligro que para el futuro niño
puede suponer el quitarle una célula en sus primeras etapas de vida, como
anteriormente se ha comentado, se están explorando otras posibilidades
para determinar si el embrión, hijo de unos padres con una enfermedad
genética o hereditaria, también es portador de la anomalía genética de sus
progenitores, como pueden ser detectar moléculas secretadas por el
embrión que identifiquen tal anomalía o analizar alguna de las células
destinadas a formar parte de la placenta. De todas formas, como se recoge
en el artículo que estamos comentando, Catherine Racowsky, directora del
laboratorio de reproducción asistida del Hospital de Mujeres de Boston,
manifiesta que “cuanto menos se perturbe al embrión, mejor, pues no
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conocemos si realmente estamos haciendo algún daño al extraer las células
a los embriones tempranos”.
Finalmente, y al margen de estos comentarios relacionados con el
artículo de Nature (445; 479, 2007) a que nos estamos refiriendo, por
nuestra parte es imprescindible recordar que el DGP es una práctica
claramente eugenésica, pues utilizándola se permite vivir o no a unos seres
humanos en función de su salud, algo que nos parece contrario a las más
elementales norma ética.
Justo Aznar.

NUEVOS DATOS SOBRE EL EMBRION

Aunque trabajos del grupo Zernicka-Goetz (Development 128; 3739,
2001 y Development 132; 479, 2005), así como de otros investigadores (R
Gardner. Development 128; 839, 2110 y Fujimori y colaboradores.
Development 130; 5113, 2003), ya habían establecido que cada una de los
blastómeros del embrión temprano de ratón tiene un destino definido desde
una fase tan inicial de su desarrollo como es el embrión de cuatro células,
ahora el propio grupo de Zernicka-Goetz, da un paso más en la
identificación de estas diferencias celulares en un interesante trabajo
(Nature 445; 214, 2007) al basar dichas diferencias a mecanismos
epigenéticos. De acuerdo con ello, muestran que modificaciones de la
histona H3, relacionadas con la metilación de residuos de arginina
específicos, pueden estar asociados a los fines que deben cumplir cada una
de esas células iniciales en su futuro desarrollo biológico, comentando que
niveles elevados de metilación de los residuos arginina de la histona H3
pueden controlar que las células se desarrollen hacia células de la masa
granulosa interna del blastocisto, que como se sabe es de donde se formará
el cuerpo del embrión.
Así pues, Zernicka-Goetz y colaboradores concluyen que “sus
resultados identifican modificaciones específicas de las histonas como los
mecanismos epigenéticos más tempranos hasta ahora conocidos que
contribuyen al desarrollo de la masa granulosa interna, a la vez que
muestran que la manipulación de la información epigenética puede influir
en el destino de cada una de las células”.
Sin duda, un importantísimo descubrimiento para establecer desde
un punto de vistas biológico que la identidad del ser humano y la de cada
una de sus células se establece desde las primeras etapas de su desarrollo.

Thursday, January 03, 2008

ABORTAR EN BARCELONA


BIOÉTICA – El magnate del aborto
Paco Rego
Abrió su primera clínica en 1989, en Alicante. Su expansión fue imparable: ahora tenía en
funcionamiento cuatro, con ingresos que superarían los 12 millones. Morín, detenido por
interrumpir embarazos avanzados, tenía más negocios y pasión por el lujo.Su caída se
produce tras la estancia de la vicepresidenta en Roma.
BARCELONA (EL MUNDO, 02/12/2007, Suplemento CRÓNICA). El entra y sale en un Ferrari.
Ella, en un Maserati. Son pareja y hacen vida en las alturas. En Sant Cugat, tocando el cielo de
Barcelona, cerca de un reverdecido campo de golf. Entre vecinos ilustres. Y a un tiro de piedra
de la residencia de Joan Laporta, presidente del Barça. Nada que envidiarle. El chalé del
timonel culé luce poco comparado con las entrañas de la moderna mansión -el caserón, lo
llaman en la calle Villa de la exclusiva urbanización- que ocupaban Carlos Morín y Luisa.
Amplios jardines, jacuzzi, piscina, discoteca, un roble en el vestíbulo, un garaje repleto de
bólidos de marca... El nido del ginecólogo y su paciente. Los dos se conocieron en la consulta y
se enamoraron. Un flechazo, dicen antiguas amistades. Luisa, divorciada y madre de dos hijos,
enseguida pasó de ser clienta a enfermera.
El pasado lunes, cuando la Guardia Civil esposaba a Carlos Morín, el magnate de los abortos,
camino del calabozo, ella también caía. Luisa Durán Salmerón no sólo es su sustento
sentimental. También su mano derecha. La que mueve los hilos, cara al público, de sus cuatro
clínicas barcelonesas (tiene una filial en Madrid, CB Medical) en el lucrativo negocio de los
abortos. «Esta vez, sí, le han fallado los poderosos», se congratula alguien que trabajó para el
doctor. El ahora acusado de interrumpir embarazos en avanzado estado de gestación. A veces,
eran fetos de 30 y 35 semanas, poco menos de las 40 normales de un parto. Una «rotunda
ilegalidad», a juicio de la Fiscalía de Barcelona. Y un escándalo.
El abortero Carlos Morín
Casi tres décadas de vida catalana han convertido al peruano Morín en un auténtico potentado.
Miles de mujeres han pasado por sus manos. O por sus clínicas desde que, en 1989, abriera la
primera. Fue en Alicante. Pero es Barcelona su ciudad talismán. Allí ha alcanzado poder y
riqueza. Y ahora acaba de caer, como nunca creyó que ocurriría, al más pestilente de los
fangos: fetos casi en edad de neonatos triturados, documentos falsificados para engañar a la
Ley del Aborto, ecografías de pega...
Sólo en 2005, su buque insignia, la clínica Ginemedex (las otras tres son Barnamedic, TCB y
Emecé), facturó 1,5 millones de euros, aunque fuentes del sector sanitario multiplican por tres
la cifra declarada. Hasta tiene una fundación que lleva su apellido, aquél con el que nació, hace
58 años, en la colonial ciudad de Trujillo, uno de los primeros enclaves levantados por los
españoles en aquellos lejanos tiempos de la conquista.
Para él, su nuevo mundo fue éste. No aquél que abandonó, camino de Amsterdam y con el
título de médico sellado en Lima, con hambre de hacerse un lugar en la tierra prometida al otro
lado del Atlántico. Entre holandeses dio sus primeros pasos. Fue su viaje iniciático al mundo
del aborto.
Lunes pasado. 9.30 de la mañana. El dueño del mayor emporio de clínicas abortivas de
España se vale de una bata blanca para ocultar las esposas que acababa de endosarle la
Guardia Civil. Un coche sin identificar de la policía judicial lo espera en el número 61 de la calle
Dalmases, donde minutos más tarde Morín sería detenido en su despacho. El escándalo,
barruntado desde tiempo atrás, se hacía verdad. Los aplausos, supo después Crónica, llegaron
hasta el mismísimo Vaticano. Nunca imaginó Carlos Guillermo Morín Gamarra, hombre, dicen,
de influyentes amistades (políticos, jueces, bufetes de postín...), que terminaría tropezando con
Roma.
Desde allí llegan los ecos, con nombre y apellidos propios, de quienes le han quitado la
máscara y lo han enfrentado -parece ya que sin remisión- al veredicto de la Justicia. Con José
María Simón Castellví, oftalmólogo y hoy asesor del Vaticano para temas médicos, en el papel
de Torquemada. Con él, cuando era presidente de Médicos Cristianos de Cataluña, empezó el
calvario de Morín. Denuncia tras denuncia. Y nuevas denuncias. Palabras perdidas casi
siempre. Silencio de la Consejería de Sanidad. Silencio del Colegio de Médicos de Cataluña.
Silencio de la Audiencia Provincial...
Hasta que Castellví, de 44 años, casado y con tres hijos, llegó a Roma, hace poco más de un
año. Allí empezó la verdadera cuenta atrás del abortista. A oídos de Francisco Vázquez, ex
alcalde de A Coruña y hoy embajador de España en la Santa Sede, llegaron de primera mano
las prácticas médicas del controvertido galeno. Castellví -quien por su cargo mantiene hilo
directo con el propio secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone- hizo valer
su privilegiada posición en el corazón de la cristiandad. El número dos de la Curia habría dado
el empujón definitivo. Al abortista Morín le quedaban horas de libertad.
El pasado 26 de noviembre, dos días después de que la vicepresidenta, María Teresa
Fernández de la Vega, acudiera a Roma para asistir al nombramiento de los nuevos
cardenales españoles y, de paso, limar asperezas entre la Iglesia y el Gobierno de Zapatero,
Carlos Morín entraba esposado en el calabozo del Juzgado de Instrucción número 33 de
Barcelona.
No daba abasto
El olor a cárcel no le es ajeno. Por ella pasó en 1989 cuando intentaba abrirse paso en el
prometedor negocio de las interrupciones de embarazo en Alicante. Hasta allí se desplazaba
los fines de semana para practicar abortos en la clínica Ginetec, de su propiedad. «Venía en
avión, se metía en el quirófano y prácticamente no salía de él hasta el sábado por la noche. No
daba abasto. Al día siguiente cogía de nuevo otro avión y se iba directo a Barcelona», recuerda
un médico de la capital levantina. En noviembre de ese año, Morín y su fiel escudero, el
también ginecólogo Tomás Parra Parra -vocal de la sección de Tocoginecólogos del Colegio de
Médicos de la capital condal- fueron acusados de una presunta práctica de abortos ilegales y
llevados a prisión. Los dos salieron absueltos sin cargos. Ginetec, de la que Morín era
administrador único, tenía características similares a las de las clínicas registradas estos días
en Barcelona por orden judicial.
De su fortuna dice mucho la mansión que posee en Sant Cugat, valorada, según agentes
inmobiliarios, en 4,2 millones de euros (700 millones de las antiguas pesetas), los coches de
lujo y la caja que hace anualmente en sus cuatro centros médicos de Cataluña. Ninguno baja
del millón de euros de facturación, según declara. «Falso, ingresa mucho más. El triple, 12
millones como mínimo», desvela quien fue una de las personas de confianza del ginecólogo.
«Lo que pasa es que cobra en negro a la mayoría de sus pacientes. Es norma de la casa».
Las tarifas van de los 3.000 a los 6.000 euros, dependiendo del tiempo de gestación y de la
complicación del aborto. A partir del quinto mes de embarazo, la minuta del galeno suma 1.000
euros más por mes. «Las pacientes son captadas a través de una red de comerciales que
Morín tiene repartidos por Europa», describe la misma fuente. Y dice más: «Las embarazadas
llegan a Barcelona con todo incluido: aborto, hotel y comidas. Morín es muy hábil como
empresario. Sabe perfectamente que lo que menos desea la gente que recurre a él es tener
problemas de alojamiento. Vienen con muchos nervios. Y él les facilita las cosas. Gana más
dinero y todos contentos».
En una de las reservas realizada por una suiza de 33 años, de cuya tramitación tiene
constancia Crónica, se especifica claramente el día de la semana, la hora de ingreso en la
clínica y los dos hoteles (Bonanova Park y Villana) donde la joven y sus acompañantes se
alojarán antes y después de que la paciente aborte. Precio: 3.500 euros, a pagar en efectivo.
Fachada de la Clínica Ginemedex (El Mundo)
Lo que ahora se pregunta la Guardia Civil es por el destino final de los fetos. Sospecha que los
restos iban a parar a un desagüe de dos clínicas (Ginemedex y TCB). Lo dirá el análisis de
ADN del material biológico encontrado en las tuberías. Nada extraño, por otra parte. Una de las
herramientas que habitualmente se emplean en los abortos es la llamada trituradora, que
rompe el feto en mil pedazos diminutos. Y Morín la tenía. Lo confirma una hoja de pedido, a la
que ha tenido acceso este suplemento. La orden, fechada el 8 de julio de 2005, dice
textualmente: «Estimados Sres.; siguiendo nuestra conversación telefónica, sirva la presente
como confirmación de pedido de dos juntas de triturador, que serán pagadas contra reembolso
a su entrega, en la dirección que pasamos a facilitar: Clínica TCB, calle Dalmases, 34.
Barcelona».
También ladrillos
Carlos Guillermo Morín, hombre afable y caritativo, a decir de muchos, podría haber llegado a
más: a ejercer la cirugía portando el VIH. Según Epoca, fue diagnosticado de SIDA hace dos
años, e incluso estuvo ingresado dos meses en el hospital San Pau de Barcelona. Se habría
infectado el mismo año, 2005, que lo condecoraban como doctor modelo en su ciudad natal.
Allí lo adoran por haber financiado un centro de salud, pasar consulta gratis a las mujeres y
ayudar a sus paisanas inmigrantes a integrarse en España mediante cursos de formación
profesional pagados por su fundación.
Pero detrás de tanto altruismo hay otros negocios ajenos al de los abortos (ilegales): las
promotoras inmobiliarias. Una breve búsqueda en los listados del Registro Mercantil pone al
descubierto un entramado de empresas (Victorvi, S. L, Barinvest, S. L, Villacarlota, S. L, y
Global Kooning Business, también sociedad limitada) en las que el nombre de Carlos Morín
Gamarra figura, directa o indirectamente, en domicilios sociales de Barcelona, Madrid y
Alicante. A veces, como administrador único. En otras, es su mujer, Luisa Durán, la que ejerce
de apoderada.
El otoño pinta negro para el patriarca. Así llaman algunos al hombre que, allá por los años 70,
se vino a España con lo puesto. Al triunfador (dicen que tiene unas manos de oro para la
cirugía). Al amante de las fiestas y la buena mesa (le pirra la comida francesa y mediterránea).
Al coleccionista de pintura... Y de amistades. Así llaman, patriarca, a quien se atrevió a ofrecer
50 abortos, de los difíciles, en directo. Pocos fueron los que se enteraron.
Morín, un referente en la materia dentro y fuera de España, se trajo a Barcelona a la flor y nata
del sector abortero mundial: 230 expertos, a los que invitó a participar en lo que él bautizó
como Primer Simposio Internacional Multicultural de Salud Reproductiva. La reunión, celebrada
en el Hotel Meliá en octubre de 2003, incluía en una sorpresa: además de las consabidas
charlas, se ofrecía a los invitados la posibilidad de realizar en vivo medio centenar de abortos
voluntarios. Por supuesto, en los quirófanos de sus clínicas. Un éxito. Según consta en una
denuncia al Colegio de Médicos de Barcelona, firmada por el presidente de la asociación ECristians,
Josep Miró y Ardèvol, «los abortos se practicaron el viernes 17 de octubre entre las
cinco y las siete de la tarde». Entre las embarazadas, 15 mujeres con fetos de tres a seis
meses en sus vientres, y cinco más a punto de cumplir el sexto mes de gestación. Las demás
no pasaban de los tres. Una vez más, el silencio fue la respuesta.
Son las 11 de la mañana [de este jueves] y en Ginemedex, de donde se llevaron detenido al
doctor peruano, nadie contesta al teléfono. Hay que armarse de paciencia y marcar varias
veces. Pasados 20 minutos, una voz femenina atiende la llamada. El periodista se identifica y
pide hablar con algún responsable de la clínica de Morín.
-Lo siento, señor, en este momento no hay nadie disponible.
-¿Podría, al menos, decirme el nombre de la persona que está al frente del centro?
-Ummmmm [la telefonista se aparta del auricular y pregunta a alguien sin querer dejarse oír].
-Disculpe otra vez, nadie sabe dónde se encuentra la persona que usted busca. Lo siento. Me
están llamando por otra línea...
Nadie sabe. Nadie oye. Nadie recuerda. Ni siquiera los relaciones públicas que recibían a las
clientas y les recomendaban cómo tratar a Morín -si de «usted», si de «doctor», si de «tú»-
dicen palabra.
Tampoco en el hospital Belén de Trujillo, donde la fundación de Morín capta médicos para sus
clínicas en España. Se los trae, en teoría, para que aprendan. Otros dicen que ejercen como
ginecólogos sin título. Crónica les ha preguntado. Todos callan. El primero, el jefe de
Ginecología, Segundo García Angulo, íntimo de Morín. Saben que el ilustre nativo está en
prisión incondicional. Y su pareja, Luisa Durán, y Virtudes S. V, una de sus empleadas. Los tres
han sido acusados de diversos delitos de aborto, asociación ilícita, intrusismo y falsedad
documental. Otros tres detenidos (Dimas A. C., Pedro Juan L. A. y Marcial R.) podrán salir de la
cárcel pagando una fianza de entre 2.000 y 4.000 euros.
El desenlace que ha tapado, si cabe aún más, las bocas de quienes estos años han estado
cerca. Y no siempre por temor al todopoderoso jefe. «Hay gente que le protege y que puede
hundir a cualquiera», sostiene un ex trabajador del rey del aborto. «Llegado el momento, Morín
tirará de esas personas para salir cuanto antes de la cárcel o librarse de una condena mayor.
Nadie aguanta tantos años seguidos impune. Y menos si no tiene cobertura política y judicial».
Fachada de la Clínica Emecé de Barcelona (EFE)
«¿Cuánto cuesta?» «4.000 euros»
El 29 de octubre de 2006, los telespectadores daneses pudieron ver, en la televisión pública,
las imágenes que ilustraban este diálogo. Una reportera embarazada intenta pedir una cita al
doctor Morín para abortar fuera de los límites legales.
-¿Hola, es usted médico?
-Sí, soy médico.
-Llamo para hacerme un aborto.
-¿De qué país llama?
-De Dinamarca.
-[...]
-Por lo que me has contado, podemos ayudarte. Son 30 semanas, ¿no?
-Sí, 30 semanas. ¿Es eso un problema?
-No, pero te necesitamos aquí cuanto antes.
[Entrevista en el despacho de Morín]
-¿No es un problema que sea tan tarde?
-Treinta y una semanas.
- ¿No es esto un problema?
-Hay que tener más cuidado, pero no lo es.
-Entonces, ¿es absolutamente seguro?
-¿Para ti? Te lo prometo.
-¿Cómo se hace?
-Es como un parto, pero inducido. No natural, sino artificial.
-¿Y es seguro que cuando el bebé nace está muerto?
-Sí. Al 300%.
- ¿Qué es lo que se le da?
-Digoxina. Es lo que se usa para un ataque al corazón, pero en sobredosis.
[Más tarde]
-¿Test psicológico?
-Sí.
-¿Por qué?
-La única forma es demostrar que tú estás o puedes estar con ansiedad o depresión... Porque
la ley dice que si tienes un aborto es porque tienes un problema psicológico tan grande que
entonces te podemos ayudar.
-O sea, que dices que tengo esto...
-Sí, es burocracia.
-[...]
-La ley en este país dice que para abortar has de estar bajo un problema psicológico grave. La
forma de demostrarlo es con el test. ¿Seguro que quieres hacerlo?
- Sí.
- ¿Tienes el dinero?, pregunta una secretaria.
-Sí, pero no aquí, está en el hotel. ¿Cuánto cuesta?
-Cuatro mil euros.
-[...]
-¿Y qué pasa con la moral?, pregunta ella.
-Es cosa mía... usted tiene su moral; yo, la mía.
-¿Pero usted tiene moral?
-Eso lo debe decidir usted. Yo ya sé lo que tengo.
-[...]
-O sea, que no puede entender que la gente critique lo que hace?
-[...] Soy un doctor. Hablo varias lenguas. Soy mayor que usted. Mis creencias son diferentes.
-Algunos de los abortos que usted hace son de fetos que podrían vivir fuera del útero...
-Yo no soy filósofo, no estoy aquí para preguntarme si un feto respiraría o no.
-Pero algo de moral...
-Coja su moral y quédesela.
Fuente: www.elmundo.es